Es muy fácil decir que en el trabajo en equipo hay que dar “voz a todo el mundo”. Pero, no es fácil hacerlo. Mi experiencia me dice que cuanto más sencillos sean los mecanismos que lo fomenten, más éxito tendremos. Un buen ejemplo es el método que usa Michael Abrashoff, un capitán de la Armada de los EE.UU. que en 1997 asumió el gobierno del destructor USS Benfold, en esa época el buque ofrecía uno de los rendimientos más bajos de la Armada. Una de las primeras cosas que hizo fue mantener una charla en privado de treinta minutos con cada uno de los trescientos diez tripulantes. La ronda de conversaciones le llevó unas seis semanas. A todos ellos les hizo tres preguntas: 1. ¿Qué es lo que más le gusta del Benfold? 2. ¿Qué es lo que menos le gusta? 3. ¿Qué cambiaría si usted fuera el capitán? Cada vez que Abrashoff escuchaba una sugerencia que a su juicio había que poner en práctica de inmediato, anunciaba el cambio por la megafonía del barco y daba el nombre de quien lo había propuesto. A lo largo de los tres años siguientes, en virtud de esta y otras medidas, el Benfold se convirtió en unos de los buques mejor valorados de la Armada.
Normalmente caemos en la tentación de “evaluar” según la cultura del “sándwich” : damos algo positivo y algo negativo o a mejorar, normalmente nos quedamos con uno o lo otro y desde ahí no se crece. ¿Qué cambiaría? Es una pregunta potente, que abre opciones y nos enfoca en una cultura de desarrollo y crecimiento.