Hace unos días llegamos mi “socia-amiga” y yo a la estación de Málaga, nos esperaban unos profesores para presentarles el proyecto de GCT “Walk Together Program”,teníamos tiempo de pasar por una franquicia famosa por sus “donuts” y tomarnos un té, y así lo hicimos … la chica que nos atendió nos ofreció una gran variedad.
Mi socia uno verde, con jazmín y no sé cuántas cosas más, todas de sugerentes nombres y exóticos matices, yo voy a lo seguro, un negro Djarleing.
Ella sin azúcar ni edulcorante, yo, azúcar.
Los prepara y encima de uno de ellos pone el sobre piramidal de azúcar. Ambos pensamos que es mi Djarjerling y nos lo repartimos.
Comenzamos una animada conversación y vamos bebiendo, asumiendo cada uno que tenía la bebida previamente escogida, craso error.
Ella me dice: “tú estás seguro de que tú té es el verde”… por breves instantes habría dado mi vida por afirmar que era así.
Curiosamente me parecía un té excesivamente floral, con matices, etc, pero me lo negaba, era mi té negro lo que tenía entre las manos.
Me había construido un mundo alrededor de mi té. Falso, por cierto.
Así funcionan en nosotros los paradigmas y las creencias.
Yo me había creído a “mi té”, era “mi verdad” y me había montado un paradigma en torno a los matices de la bebida, su color, su aspecto, etc.
Tenemos creencias en todos los ámbitos de nuestra vida y configuran nuestro paradigma vital.
El trabajo, las relaciones, política, amor… está impregnados de nuestras creencias y se convierten en un elemento gestor de nuestra vida.
Muchos de los planteamientos empresariales o personales vienen dados por el somos/soy así, por lo tanto, no puedo/no podemos hacer esto o aquello…
Si nos preguntáramos, entre otras ¿qué pasaría sí …? Tal vez empezaríamos a romper con muchas creencias que nos condicionan.