Un estudio realizado en la Universidad de Changdou del año 2017 nos describe nuestro cerebro como un “cofre que siempre lleva un elemento clave: la esperanza.” Este estudio denominado: Hope and the brain: Trait hope mediates the protective role of medial orbitofrontal cortex spontaneous activity against anxiety, nos proporciona la primera evidencia de cómo la esperanza ejerce un mecanismo potencial que media en la función protectora de la actividad cerebral espontánea contra la ansiedad.
La esperanza, entonces, actúa como un “interruptor” que cuando se activa:
- Nos ayuda en enfocarnos en objetivos.
- Favorece el análisis y la resolución de problemas o dificultades.
- Potencia nuestra motivación y cómo transmitirla a otros y, nos protege de pensamientos irracionales que nos provocan parálisis emocionales.
A la luz de la etimología la palabra esperanza “esta compuesta de verbo transitivo e intransitivo «esperar» y del sufijo «anza» que indica acción, resultado cualidad o agente.”
Podemos entonces, afirmar que esta actitud, que se puede “entrenar” y hacer crecer en nosotros, no es algo pasivo, nos invita a la acción, poniendo nuestra atención en el significado que demos a lo que ocurra en el futuro, y, no tanto que se asemeje a aquello que esperamos. La evolución ha querido dejarnos este “regalo divino” que, como nos narra el mito clásico de la “Caja de Pandora”, en la que Pandora, llevada por la curiosidad abrió la caja donde se habían depositado todos los males de la tierra para repartirlos entre los hombres. Cuando Pandora se dio cuenta, cerró la caja , dejando atrás a la esperanza. Por eso se dice que, la esperanza es lo último que se pierde.
Para Paul Seligman esta esperanza, se convierte en el regalo encubierto a toda la humanidad. Los otros elementos son los propios a la vida humana; la enfermedad, la tristeza, la decepción a la vejez. Por ello, además de interruptor y protector de nuestro cerebro, la esperanza, se nos da como un puente hacia la felicidad, el profesor Luis Castellanos (“El lenguaje de la Felicidad”) nos interpela: “Cómo podemos ser felices si nuestro lenguaje está lleno de amargura, quejas, reproches y desesperanza». «Entonces si “cambiamos nuestro lenguaje, descubriendo el poder de las palabras que levantan la esperanza dentro de uno mismo”, cruzaremos ese puente entre la esperanza y la felicidad.
Muchas veces condicionamos a esa lectura esperanzada del futuro a sucesos ajenos a nosotros, en su libro “Good to Great”, Jim Collins, profesor de la Universidad de Stanford, especializado en el desarrollo y crecimiento de empresas, nos explica la “Paradoja de Stockdale” y cómo este militar condecorado en Vietnam pudo y supo sobrevivir en unas condiciones infrahumanas, la confianza plena en lo que vendrá será mejor y, anclarse a la realidad, por dura que sea.
Si la esperanza “está encerrada” en la Caja de Pandora de nuestro cerebro nos corresponde, entonces, conectar con ella.
Cuidémonos.