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En términos sanitarios, presentarnos como personas vulnerables significa que estamos susceptibles a que nuestra salud o bienestar estén en riesgo.
Hay más allá de la aplicación socio-sanitaria del término, una definición que lo presenta desde una perspectiva más profunda y certera, más ajustada a la realidad de un profesional de la sanidad, y que puede convertirse en un recurso necesario e imprescindible para su desempeño diario.
Para la doctora Brené Brown la vulnerabilidad es “un poder, una fuerza que está en cada uno de nosotros, que no tiene como objeto mostrar nuestras deficiencias o errores, sino la capacidad de reconocer con coraje quiénes somos realmente, así como reconocer la necesidad que tenemos de los demás, de estar conectados, de ser aceptados y comprendidos ..”
En mi experiencia profesional en el ámbito sanitario olvidar la vulnerabilidad como un recurso necesariamente urgente nos hace que:
* Se eviten las conversaciones complicadas en las que se incluya el poder ofrecer un “feedback” honesto.
* Empleemos una cantidad de tiempo irrazonable en gestionar conductas problemáticas, criticar o “echar balones fuera”.
* Pasemos el tiempo en reuniones absurdamente “eternas” o improductivas en las que se suele poner el foco en analizar más que en conectar personas y soluciones.
* Los valores organizacionales se plantean en términos de aspiraciones llenos de “un falso perfeccionismo” en lugar de en comportamientos concretos que pueden ser enseñados, medidos y evaluados.
Sólo desde un trabajo personal y colectivo que ponga el foco en aceptar nuestra vulnerabilidad y nos lleve a tomar conciencia que desde esta actitud valiente se encuentra la verdad humana que pocas veces reconocemos, especialmente en el trabajo, y que el coraje y el miedo no son mutuamente exclusivos.
La mayor parte de nosotros podemos sentirnos atemorizados y valientes al mismo tiempo.
Nos sentimos vulnerables.