Cuentan de un joven noble muy orgulloso que un día pidió entrar de monje en un monasterio, para ello habló con el Abad, que quiso conocer sus aptitudes,hábitos e inclinación a la vida religiosa. El candidato alzó la frente con presunción al decir: “voy vestido siempre de blanco, no bebo otra cosa que agua, hago penitencia revolcándome en la nieve en invierno y, porque me parece poco, incluso pongo clavos en mis zapatos y ordeno a mi escudero que me azote cada día…” En aquel momento llegó un caballo a beber en un abrevadero y se revolcó luego en la nieve: “ves –le dijo el Abad- esta criatura es también blanca, no bebe más que agua, se revuelca en la nieve, los clavos le atormentan los pies y recibe también látigos. Y no es más que un caballo…”
Este pequeño relato nos puede hacer ver que la palabra humildad es una de las más maltratadas, peor utilizadas y comprendidas en todos los idiomas.
El origen de la palabra humildad es la voz latina humus, que significa tierra, pero no una tierra cualquiera es una tierra fértil llena de nutrientes. Sin esta tierra fértil nada puede crecer, cuando nuestra vida contiene suficiente humus, crecemos de una forma natural.
El crecimiento puede darse de diversos modos, pero difícilmente puede dar bueno frutos en una tierra estéril, abandonada o llena de rastrojos, por ello también habrá momentos en los que haya que arar, sembrar, podar o añadir nutrientes. Tenemos que dejar que el fruto “salga, se abra paso”, tenga éxito, que viene del latín exitus.
Para tener éxito, el fruto debe seguir un sedero que está en el humus. Es curioso pero dos palabras que nos pueden parecer antagónicas encuentran su verdadero significado si las observamos desde su etimología:
Humildad y Éxito.Continuará.